Muchos trabajos existen sobre la fatiga o el agotamiento compasivo entre médicos y enfermeras y familiares. Las cuidadoras, mujeres casi siempre, quedan un tanto al margen.
Informe de los resultados de la encuesta sobre fatiga de compasión realizada entre personal de residencias y centros de día: cuidadoras y auxiliares, exclusivamente.
Gustavo Ruiz Llavero
www.fnyop.es
Fatiga de Compasión entre Cuidadoras.
La fatiga de compasión, el trauma de carácter vicario (traumatizarme por lo que le ha sucedido a otra persona, como si me ocurriera a mi) y el síndrome del quemado son producto del estrés que sufrimos cuando nos dedicamos a cuidar a otros, y tiene fuerte impacto en la satisfacción laboral y en el bienestar del personal sanitario¹.
Cuando falleció mi madre en un centro hospitalario para crónicos donde había ingresado la noche anterior sin esperanza alguna, dos auxiliares fueron las encargadas de preparar su cadáver y retirarla de la habitación hacia las instalaciones a las que acceden los servicios funerarios. Cuando una de ellas reconoció a mi hermana, reconoció a la persona a la que estaba amortajando, no antes. Y al reconocer a la persona fallecida, rompió a llorar. Su llanto fue acompañado por su compañera y yo abandoné la habitación, por deferencia hacia ellas.
En general las personas que trabajan en centros donde la muerte se produce a diario, disponen de diversos recursos para afrontar las situaciones difíciles, pero no siempre se utilizan, porque como se lee en algún protocolo de cuidados paliativos, el personal tiene que estar preparado por sí mismo, ser fuerte. Lo que sucede es que hasta los psicólogos, que parece que hemos de ser racionales, lúcidos y poderosos frente a la desgracia, contamos con la figura del supervisor, otro profesional al que acudimos cuando las dificultades de nuestros pacientes o clientes comienzan a afectarnos o nos hacen reaccionar de manera inadecuada, cuando el sufrimiento del otro nos invade.
Las cuidadoras pueden encontrarse con situaciones que van desde la claudicación de los familiares, hasta el enfado o la rabia de algunos de ellos, incluso del propio usuario. En el caso de las residencias, con la profusión de personas con demencia en estados avanzados o severos (que son diagnosticadas y tratadas antes, con lo que sobreviven mucho más tiempo), la rutinicidad de las tareas permite protegerse de la tristeza. “Cada vez que entro a hacer algo, siento que esa persona nos está abandonando, lo acepto y sigo adelante”, me dijo una cuidadora a domicilio que había perdido a cuatro usuarios en menos de un año. La despersonalización del usuario dependiente, el considerar que “Ya no está entre nosotros, ya no es ella”, forma parte de los mecanismos de defensa que ponemos en funcionamiento y que provoca, por ejemplo, la falta de visitas que acompañan al deterioro del mayor, tanto en la residencia (“Está bien cuidado”, nos decimos, como familiares), como en el domicilio.
Pero a veces el usuario no se encuentra en una situación tan dependiente, por lo que solicita comunicación y en ese momento, al aceptar la palabra, al entenderla, al llevar la conversación más allá de un intercambio de preguntas y respuestas sobre qué necesita o si está cómoda, construimos una historia y en ese momento cada usuario, paciente, residente, se hace nuestro y su devenir nos importa. Entonces puede aparecer el agotamiento compasivo.
Cuando el personal sanitario se quema, lo que necesita es cambiar de trabajo. Cuando se agota por compasión, necesita cambiar de perspectiva. En el agotamiento compasivo es el trabajo, tan absorbente, el que nos come la energía; en el síndrome del quemado, son las condiciones del trabajo las que no aceptamos, sea el turno, la falta de medios, el reconocimiento o el área.
Existen muchos estudios sobre la materia, realizados con médicos y enfermeras, aunque menos donde sean las auxiliares y cuidadoras de residencias de mayores las personas objeto de la investigación.
Las auxiliares, cuidadoras o técnicas de enfermería, como se les denomina en diversos ámbitos, son las profesionales que más tiempo consumen en el trato con los usuarios de las residencias y lugares donde institucionalizamos a nuestros mayores: la comida, el aseo, la cama, la charla diaria, es una actividad que da como resultado la aparición de vínculos y un mapa mental dedicado exclusivamente a esa persona usuaria. Así es muy frecuente que conozcan a quienes les visitan, la profesión anterior de la persona usuaria, sus dolencias y dificultades con las tareas diarias, sus gustos a la hora de comer, hablar, asearse, descansar, relacionarse con otras de las personas del centro.
El objetivo de esta encuesta, realizada entre los meses de enero y febrero consistió:
Recoger información sobre las consecuencias que la muerte de un usuario produce en las cuidadoras como colectivo. Al ser la muerte el suceso más traumático de los posibles, fue el único acontecimiento contemplado en el cuestionario.
- Conocer cuáles son las respuestas emocionales más habituales entre las cuidadoras.
- Saber si utilizan algunas de las herramientas que pueden tener a su disposición dentro de la institución para la que trabajan.
- Saber en qué medida este acontecimiento influye en la vida personal y si se comparte con la familia y amigos.
Para la realización de la misma, aproveché la plataforma Survey monkey² como procedimiento para la distribución y recogida anónima de la información.
El volumen de respuestas se acerca al 2%, lo que está en consonancia con el intervalo de respuesta esperado, si bien éste se sitúa en el límite inferior. Una de las posibles explicaciones es que las cuidadoras no disponen de acceso a un ordenador para contestar. Otra, es que no les ha llegado desde Recursos Humanos, ni desde la Dirección. Una tercera explicación es que al tratarse de una persona y no de una institución, se desconoce el objetivo de la encuesta y no se considera la participación. Por último, las personas pueden no encontrarle utilidad alguna a este tipo de iniciativa.
Los resultados son los obtenidos a partir de las respuestas, treinta y dos.
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