Odisea bancaria para los mayores
Cuando está próximo a acabar el mes de enero del recién estrenado año 2022 nos despertamos ayer en España con una extraordinaria noticia para nuestros mayores y pensionistas y ésta no es otra que un ligero aumento de sus pensiones que en esta ocasión ascenderá a un 2.5 % las contributivas y un 3% las mínimas o no contributivas. El montante total no es que sea mucho, si tenemos en cuenta la inflación, pero sí que se observa un considerable incremento de la subida si se compara con ejercicios anteriores en los que apenas se produjo un aumento de las pensiones en un 0.25%.
A esta buena nueva hay que añadir que en muchas entidades bancarias ya han planificado para estos días el adelanto de lo que se viene conociéndose como “la paguilla” de enero que no es otra cosa que una paga extra de la pensión destinada a compensar la pérdida de poder adquisitivo experimentada en 2021.
Pues bien, anunciado esto, les llega a nuestros mayores el momento de materializar estos efectivos y es entonces cuando se acaban las albricias y comienza la verdadera odisea en que se ha convertido para nuestros mayores la cotidiana tarea de ir al banco a cobrar lo suyo y es que, como ya es bien sabido por todos, los bancos siguen unas estrictas normas protocolarias derivadas de la pandemia en las que se limita el número presencial de usuarios en el propio banco, obligando a estos a guardar eternas colas que pueden llegar a dar la vuelta a la manzana en días claves del cobro de la pensión.
A todo esto hay que unir que en muchos casos, el desconocimiento de los ardiles técnicos hace que la larga espera en muchos casos sea una pérdida de tiempo, pues son también numerosos los casos en que llegado el turno de ventanilla nos encontramos con el empleado bancario que les dice, sin la más mínima empatía, que esa operación se realiza en el cajero automático o en la modalidad on line.
La frustración de nuestros mayores se vuelve paralizante cuando se sienten incapaces de llevar a buen término cualquier operación que necesiten hacer sobre las pantallas táctiles de los cajeros automáticos y, ni que decir tiene, las dificultades que puede encontrar una persona mayor para operar a través de las aplicaciones de los teléfonos móviles cuando es frecuente que ni siquiera cuenten con estos aparatos diabólicos según ellos mismos dicen. Es evidente que con la reducción de personal ocupándose de estas tareas y con la restricción de horarios destinados a estos trámites que se venían haciendo de manera presencial, una vez más y como siempre es la banca la que gana, aún a costa de la exclusión financiera que está suponiendo para muchos de sus clientes más mayores o de edad tardía.
Y a todo esto también hay que añadir el imparable cierre de sucursales, sobre todo en las zonas con menor densidad de población y rurales, que las entidades bancarias vienen justificando por la necesidad de reducir costes y sobre todo porque estos clientes mayores no son un colectivo rentable para el banco, al limitarse sus gestiones al cobro de la pensión y domiciliaciones varias, sin ser, por tanto, un sector de población que haga uso de los suculentos productos que ofertan estas entidades como préstamos hipotecarios, fondos de inversión o seguros bancarios.
A nuestros mayores no les queda más remedio que recurrir a familiares o amigos de confianza para que les ayuden con esta digitalización bancaria con la consiguiente pérdida de privacidad que conlleva dejar al descubierto sus operaciones y datos bancarios. Hay quién habla de brecha digital en este sentido, pero con el paso del tiempo, si no se toman las medidas oportunas, podremos ir observando cómo esta brecha se convierte más bien en una exclusión total de nuestros mayores del sistema financiero y no se puede permitir esto.
Urge, por lo tanto, elaborar unos planes de atención conjunta, posiblemente de las administraciones públicas y entidades bancarias en los que se puedan establecer las líneas de actuación que permitan a este sector de la población tan desfavorecido tener acceso al control personal de sus finanzas y actividades económicas como han venido realizando hasta ahora, con sus libretas de ahorro informativas y sus pagos y cobros en efectivo que es a lo que están habituados, porque no olvidemos que nuestros mayores representan un sector de la población que difícilmente se van a poder reciclar en cuanto a digitalización se refiere.
Recordemos que esta odisea bancaria también afecta de manera indirecta a los enfermos de Alzheimer o mayores dependientes de sus cuidadores y familiares en los que recaerá una vez más la responsabilidad de llevar a cabo estas gestiones bancarias. En este sentido os recomendamos leer la entrada Ámbito jurídico en el Alzheimer donde se concretan las medidas legales que amparan a estas personas dependientes y que se deben adoptar desde el inicio de la enfermedad o incluso antes para que sean protegidos los derechos fundamentales que preserven y vigilen los intereses y bienes económicos de nuestros mayores dependientes.
Antonia García Cuevas
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