OLVIDO
Probablemente se trata de uno de los lugares más tristes que he visitado a lo largo de los años. Lo bauticé como Olvido y todavía me encojo y lloro, amargo y salado, cuando a mi memoria vuelven fugaces imágenes de tan terrible lugar. En Olvido nadie recordaba nada y nadie conocía a nadie, algunos incluso habían olvidado el más primario de los instintos, el de alimentarse para sobrevivir.
En Olvido no había nombres ni recuerdos. En Olvido la memoria se marchó un día para no volver jamás dejando tras de si un inmenso vacío difícil de definir. Aquella gente era nada. No sabían lo que eran, eran una nada colectiva y hueca sin pasado ni presente, sin futuro, sin voz ni palabras, habladas o escritas. Eran nada y habían olvidado la inolvidable sensación de recordar las cosas.