Unos días con mi madre
Es media tarde. En el pequeño salón de casa, la luz llega oprimida, creando un ambiente casi de penumbra. Me acerco a la ventana y aparto el visillo. Fuera, enfrente, muy cerca, la arquitectura típica de esta parte de la ciudad: casas de dos, cinco o seis pisos, con ventanas simétricas y pequeños portales, a las que un cielo fundido con la insistente y fría lluvia uniforme de gris, difuminando perfiles y contrastes.
Suena la voz de mamá que, sentada frente a la tele, yo suponía inmersa en su mundo interior: