Ya hace siete años que mamá está en la residencia y mis lágrimas siguen brotando.
Mi Bella durmiente, que me sigue guiñando su ojito izquierdo, su preciosa mirada, que me coloca la ropa con sus manos temblorosas y le da besos y le sonríe a su linda muñequita.
Mi mamá se deja limpiar la boca y los dientes, ella sabe que se lo hago y me deja, no protesta, me acaricia el pelo y sus manos con las mías entrelazadas.
Ella es el amor de mi vida, mi alma gemela, mi melocotón.
Ahora dejo ya de verdad que las lágrimas, la angustia se desahoguen , ella sigue apretando mi pecho, pero ahora dejo que se libere, que tenga su lugar, ella, la angustia, me ayuda a ser más humana, a aceptar el dolor, el tremendo vacío que la enfermedad de mi madre y la soledad me han enseñado.
¡Cuánto amor tenemos, cuánto amor en nuestros besos y en nuestras miradas, y claro que el amor duele.!
Mi madre me enseña la ternura, la fortaleza, la humildad, la dulzura, y yo me quedo con eso.
Quizá es mejor aceptar que duele mucho, que siempre la tienes presente en el corazón, en cualquier momento del dia, cualquier cosa te la recuerda.
¡Me cuesta tanto no verla…! y los fines de semana cuando estamos juntas, todos los sentimientos se entremezclan, lágrimas, sonrisas, besos…
…muchos besos, mi Bella durmiente!
© Rosa A.F.
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