Esta carta ha sido premiada en el VII Certamen de Cartas de Amor y Desamor de Lanzarote. Como a él, he escuchado a cuidadores contar cómo han amado más a sus mujeres mientras les cuidaban; cómo notaban que se les iba ablandando y agrandando el corazón mientras veían su fragilidad. Quien sabe, a veces hay regalos que vienen en envoltorios que no nos gustan demasiado.
Claudia Morales (Afa Las Rozas)
Título: HOGAR DE TRES
2º premio
(Para Carmen Lucena)
Querida Charo:
Fue muy duro aceptar que te encariñases de otro a esas alturas de la vida. Yo siempre he sido un hombre comprensivo, tú lo sabes, pero aquello me superó. El día que me preguntaste quién era yo lloré como no recuerdo haberlo hecho nunca antes, porque descubrí el nombre de tu nuevo amante: Alzhéimer.
¿Te acuerdas de nuestros planes para la jubilación? Habíamos hablado de ir a un balneario, de hacer un crucero, ¡incluso mencionamos las Canarias! Pero todo eso fue antes de que el maldito alemán se instalase entre nosotros. A veces te incitaba a insultarme, otras a arañarme, las más a ignorarme. Al principio lo odié con toda mi alma, pero con el pasar de los años llegué a aceptarlo. Fueron años muy duros, no te lo oculto, sobre todo los últimos, cuando te quedaste postrada, aunque sin ellos nunca habría llegado a sentir tanto amor…
Me hacía tan feliz cuando extendías tus bracitos retorciditos para pedirme un beso. Yo te lo daba y sentía como el alemán se moría de celos. Tú te encogías, hasta quedar convertida en una gavilla de huesecitos, y mi amor aumentaba, a la par.
¿Sabes cuántos días nos separamos durante aquellos años? Seis, los que permanecí ingresado en el hospital por culpa del cáncer, los más largos de mi vida, pero no a causa de la enfermedad (que lejos de ser un enemigo se convirtió en un aliado), sino a causa de nuestra separación. Marta contrató a una enfermera para que te cuidase en mi ausencia, pero cuando regresé a casa reduje sus visitas a dos horas al día. Discutí con tu hija, ¡terca como tú!
Decía que yo merecía descansar… incluso sugirió una residencia. Sé que lo decía por el bien de ambos, pero yo me negué en redondo. Estabas en las mejores manos; si hubiese sospechado otra cosa yo habría sido el primero en darle la razón. Aprendí a cambiar pañales, a preparar biberones, a evitar que se formaran escaras en tu piel… a veces llorábamos, otras reíamos, otras…
Cuando llegaba la enfermera yo salía a hacer los recados y aprovechaba para pasarme un rato por una asociación en la que podía compartir mis penas, alegrías y experiencia con las víctimas colaterales del Alzhéimer, porque debes saber que te engaña, que es un ser promiscuo, bisexual y «viejófilo» (o como quiera que se diga lo contrario de pedófilo).
Esta mañana el doctor me ha llamado para informarme de que mi aliado ha vuelto. Esta vez me iré con él, como tú antes te fugaste con el alemán. Prepárate, porque pienso actuar como uno de esos amantes de película: saldré en tu búsqueda, retaré a un duelo al villano que te raptó, lo atravesaré con mi florete y reconquistaré tu amor. Porque seguro que no has olvidado —eso no puedes haberlo olvidado— cuánto te quiero.
Ya voy, Charo… mi vida.
HOGAR DE TRES
Autor: José Manuel Gómez Vega
Madrid
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