Cuidar cuando ya no se puede curar
(Segunda parte)
La familia va a encontrarse con que su ritmo normal de vida, tanto social como laboral o económico, se altera, aunque sea una sola persona quien se encargue de la atención y el cuidado del enfermo.
Por ejemplo, si es el marido quien cuida a su esposa o la hija que cuida a su padre o madre enfermos, esta situación puede llegar a afectar a las relaciones con los miembros de la unidad familiar.
El día tiene para todos las mismas horas, pero cuando tenemos que cuidar a una persona que necesita nuestra ayuda las veinticuatro horas del día (y porque no tiene 36 horas) tenemos que aprender a organizarnos y darnos cuenta de que no podemos enfrentarnos solos a esta situación.
Debemos contar con los otros miembros de la familia, amigos, vecinos, asociaciones especializadas, etc.
Una de las principales razones de que la mayoría de los cuidadores pertenezcan al sexo femenino (90%) es que, tanto a través de la educación recibida como de los numerosos mensajes que transmite la sociedad, se cree que la mujer se encuentra mejor preparada que el varón para el cuidado, ya que tiene más capacidad de abnegación, sufrimiento, voluntad, etc.
Sin embargo, y a pesar del predominio de las mujeres en el cuidado de las personas de edad avanzada, los hombres también participan cada vez más en el mismo, ya sea como cuidadores principales o como ayudantes de las cuidadoras, lo que viene a decir que algo está cambiando en la situación anterior.
Juan S. Martín Duarte
DUE. Docente IMSERSO
Publicado en el número 71 (Enlace alternativo) de la revista alzhéimer que edita AfalContigo
No olvides leer: Cuidar cuando ya no se puede curar (Primera parte)
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