No soy la enfermedad que sufro ni la que el médico me ha diagnosticado. Soy una persona con un pasado, con un presente y un futuro incierto como tú. Mi enfermedad es tan sólo un conjunto de síntomas y signos que me están afectando y que además se agrupan, se dividen en diversas fases y etapas en las que cada vez se ven más menguadas mis capacidades físicas, psíquicas y cognitivas.
No soy el número de la habitación que ocupo, eso, tan sólo es provisional. Tampoco soy las técnicas que utilizas para movilizarme, ni los utensilios que utilizo para facilitarme la autonomía. Desde el momento en que nací, mis padres escogieron un nombre especial para mí, con el que muchas personas me reconocen, no soy una abuela, puesto que nunca fui madre, pero mucho menos la tuya, así que ahórrate esa palabra aunque sea cariñosamente. Recuérdame quién eres y no te enfades si no te recuerdo o si te confundo con otra persona.
Soy una persona (ya sea hombre o mujer), y ni siquiera mis tendencias sexuales son de tu incumbencia, posiblemente viví una guerra, pasé hambre y tuve una infancia difícil y seguramente emigré de mi pueblo natal para forjarme un futuro que hoy es un pasado y un presente.
En mi pasado, igual que tú y que todas las personas, también cometí errores, perdónamelos o en su defecto intenta olvidarlos y sobretodo, no me los recuerdes con malicia, seguramente el ladrón de los recuerdos, ya habrá acabado con ellos, pero recuérdame todas aquellas cosas bellas que hice de joven, cuando aún era inocente y me reía de cosas insignificantes.
Trátame con la dignidad que se merece un ser humano, como tú quisieras que te tratasen. No pido que se me trate mejor por ser quien soy, ni peor, pido sencillamente un trato con respeto.
Avísame de cada cosa que vayas a hacerme, quizás llegue el momento en el cual ya no recuerde que para bañarme debo quitarme la ropa o que para poder comer debo utilizar el tenedor antes.
Cuando vengas a despertarme, salúdame con un “Buenos días” y explícame qué vas a hacerme y por qué y para qué. Y si de paso me regalas una sonrisa sincera, seguramente, aunque no te reconozca, confiaré en ti.
Si lloro o estoy angustiada por algo, déjame tu hombro un ratito, trata de consolarme o de distraerme con cosas que me agraden.
Aunque parezca que te pido mucho, no es casi nada de esfuerzo para ti. Si es que estás pendiente de mí las 24 horas del día, seguramente estarás cansada, así que te pido que me dejes a ratos con otros cuidadores, para que tú también puedas vivir tu propia vida y yo no sea una carga para ti.
Hoy, que sé lo que me deparará el futuro, que sé que perderé todos mis recuerdos te pido que me cuides bien, pero sobretodo que lo hagas con amor, sólo así tú vivirás también una vida que quieras recordar.
Magdalena López Quiroz dice
Hermoso mensaje.