Envejecimiento: Cambios Biológicos, Cambios Funcionales
Definición de envejecimiento
Todos nosotros tenemos una idea aproximada de lo que es hacerse viejo o mayor, por lo que observamos en el entorno o en nosotros mismos. Sin embargo, definir qué es el envejecimiento no es fácil.
En general, la mayoría de especialistas en el tema definen el envejecimiento como las transformaciones físicas, metabólicas, mentales y funcionales que se producen a lo largo del tiempo, que comportan una disminución de la capacidad de adaptación a los cambios del entorno, y una mayor dificultad para mantener estable el medio interno. Esto lleva a un aumento de la vulnerabilidad y de la fragilidad. Este proceso es continuo, irreversible e inevitable, de manera que al final llega la muerte.
Estos cambios inevitables se consideran “envejecimiento fisiológico”, a los que hemos de añadir los cambios que ocasionan los diferentes estilos de vida, el medio ambiente y las enfermedades padecidas, es decir el “envejecimiento patológico”. Este último es diferente para cada individuo y para cada órgano y sistema; nos da la “edad biológica o funcional”, en contraposición con la “edad cronológica”. Todos conocemos a personas que representan una edad diferente de la suya, a veces más viejos, a veces más jóvenes.
No es una enfermedad
Envejecer no es una enfermedad, sino un cambio inseparable de la vida. En general se considera que se inicia al finalizar la fase de crecimiento y madurez de los individuos; al principio sus efectos son imperceptibles y van siendo más visibles con el paso del tiempo.
Por convenio se considera anciano a toda persona mayor de 65 años, que es la edad de jubilación en la mayoría de países occidentales; sin embargo, esta cifra es sólo orientativa a efectos administrativos, ya que es evidente la gran variabilidad de edad biológica, que es la importante para la medicina y la promoción de la salud.
Teorías del envejecimiento
Existen multitud de teorías para explicar cómo y porqué envejecemos y ninguna de ellas explica a la perfección el proceso de envejecer. Las hay que lo explican por los efectos de factores extrínsecos (tabaco, alcohol, tóxicos ambientales, sobrecargas laborales, dieta, sedentarismo) y las hay que lo hacen por estímulos intrínsecos al individuo.
Teorías intrínsecas
Respecto las teorías intrínsecas, las hay que intentan explicar el envejecimiento como consecuencia de alteraciones “tóxicas” aleatorias que se ocasionan a lo largo del tiempo, y que se acumulan en el organismo; estas son:
- Teoría del error catastrófico: errores en la replicación del material genético, que se van acumulando, causando aberraciones en la producción de proteína, con el consecuente fallo de función.
- Teoría del entrecruzamiento: las proteínas se “deterioran” con el tiempo, cruzándose con otras moléculas del organismo, de forma que no pueden ejercer correctamente su función.
- Teoría del desgaste: el acumulo de daño en las partes vitales de los organismos vivos comporta a lo largo la perdida de función y muerte.
- Teoría de los radicales libres o del estrés oxidativo: el envejecimiento se produce por una falta de protección de la oxidación ambiental; el proceso para obtener energía de la oxidación tiene como residuo los llamados radicales libres, moléculas altamente reactivas con el resto de proteínas y otras sustancias. Al reaccionar con ellas las alteran, de forma que ya no pueden trabajar de forma correcta.
Teorías de predestinación
Las teorías de predestinación son las que intentan explicar el proceso de envejecer como parte de la evolución y crecimiento de los organismos, ligado principalmente a factores genéticos. Las principales son:
- Teoría del marcapasos o del reloj: La involución de los sistemas inmune y endocrino estaría regulada para producirse en momentos determinados de la vida, actuando como un “reloj biológico”.
- Teoría genética: se basaría en la existencia de uno o varios genes que codificarían el proceso de envejecer.
Para todas estas teorías se han hallado evidencias científicas que las respaldan en parte; sin embargo, ninguna de ellas ha demostrado que pueda ser la principal para explicar el envejecimiento. Y lo más importante, a través de ninguna de ellas se ha podido desarrollar ningún tratamiento para disminuir de forma clara y eficaz los efectos del tiempo, ni alargar la longevidad.
De momento, y hasta que no haya más información al respecto, podemos pensar que el envejecimiento se produce por el efecto combinado de las lesiones al organismo y de los mecanismos de defensa, en un individuo con una carga genética determinada. Es decir, todas las teorías tienen su parte de razón, y ninguna de ellas puede explicar en su totalidad el proceso de envejecer.
Teóricamente, la prolongación de la vida tendría un máximo determinado por la longevidad de cada especie. El objetivo a buscar sería igualar la expectativa de vida con la máxima sobrevida. En definitiva, el secreto de alargar la vida está en el arte de aprender cómo no acortarla.
Cambios biológicos en personas mayores
Todas las células presentan cambios con el envejecimiento y por extensión también los tejidos y órganos, ya que éstas los forman.
Con el paso de los años los órganos cambian de forma gradual y progresiva, con una disminución de su función, es decir, una pérdida de la capacidad para realizar su trabajo, y con una menor reserva para realizar sus atribuciones más allá de las necesidades habituales, de manera que ante un evento estresante (enfermedad, cambios en el medio ambiente o en el ritmo de vida, etcétera) el organismo no puede dar respuesta a un aumento de las necesidades corporales. Asimismo, la recuperación del equilibrio interno del organismo se hace más difícil y requiere más tiempo.
Estos cambios pueden ser morfológicos, que afectan a la forma o al tamaño de los órganos, o funcionales, que alteran la capacidad y la eficacia de los mismos para realizar su función.
Aunque muchos de estos cambios son muy característicos del envejecimiento, éstos ocurren a un ritmo y una intensidad diferentes, de manera que no hay forma de predecir con exactitud cómo se va a envejecer, al contrario de lo que ocurre con los cambios en la adolescencia. Cada individuo envejece de una forma única y a un ritmo individualizado.
Sistema esquelético
El envejecimiento también se refleja en los huesos y las articulaciones. Con el tiempo su “desgaste” produce limitaciones en el movimiento y una fragilidad muy propias de las personas ancianas.
El envejecimiento también se refleja en los huesos y las articulaciones. Con el tiempo su “desgaste” produce limitaciones en el movimiento y una fragilidad muy propias de las personas ancianas.
El sistema esquelético lo componen los huesos, que confieren un punto de apoyo a los músculos, así como protección a órganos vitales (por ejemplo, el cráneo protege al cerebro, y las articulaciones, las uniones entre los huesos. De éstas las hay fijas, que sólo son uniones simples entre dos huesos (por ejemplo, las del cráneo), o móviles.
Las articulaciones móviles son unas estructuras complejas, ya que para que se realice el movimiento que producen los músculos son necesarios ligamentos para dar estabilidad, liquido articular para lubricar las estructuras (producido por la membrana sinovial), y cartílagos que recubra el hueso articular para dar resistencia y flexibilidad.
Menopausia, calcio y densidad del hueso
Con el paso del tiempo hay una disminución de la densidad del hueso a causa de una pérdida del calcio óseo, mucho más evidente en las mujeres tras la menopausia (por la disminución de los estrógenos femeninos), pero también presente en los varones, ya que el equilibrio de renovación de hueso se decanta por la destrucción. Este proceso viene determinado básicamente por factores genéticos pero empeora por la disminución de la actividad física (enfermedades limitantes, dolor crónico, etc.), estilos de vida no saludables (tabaquismo, ingesta pobre de calcio y otros nutrientes, consumo excesivo de alcohol) y el uso de ciertos fármacos.
Esta pérdida de masa ósea hace que el hueso sea más frágil, con mayor riesgo de fractura ante traumatismos mínimos en los casos más extremos. Dicha osteopenia se presenta con diferente intensidad en los diversos huesos y es evidente que la fragilidad no sólo dependerá del grado de afectación del hueso, sino también de las fuerzas a las que estará sometido; es decir, no tendrá la misma trascendencia la pérdida de densidad en una falange de los dedos de la mano que en el cuello del fémur.
Artrosis
También es muy frecuente la aparición de desgaste articular, la artrosis. Este desgaste se inicia con la deshidratación del cartílago articular, que pierde sus propiedades elásticas y de absorción de los traumatismos. De esta manera el cartílago se va degradando, desgarrando y en último extremo puede llegar a desaparecer. El hueso articular se engrosa y deforma para soportar las fuerzas que ya no absorbe el cartílago. Éstas y otras alteraciones más sutiles son las responsables de la disminución del arco de movimiento, del dolor al realizar algún ejercicio físico (y a veces en reposo), de la deformidad y de la inestabilidad y la pérdida de la función articular.
Las articulaciones afectadas dependerán de la actividad que se haya tenido a lo largo de la vida o de la aparición de sobrecargas y lesiones, aunque no se puede negar también una cierta predisposición genética, sobre todo en ciertas formas de artrosis, como por ejemplo la artrosis nodular de las articulaciones pequeñas de los dedos de las manos.
Sistema endocrino
Como en todo el organismo, el sistema endocrino también se ve afectado por el paso del tiempo, de manera que las personas mayores también sufren un aumento o descenso de los efectos de diversas hormonas.
El sistema endocrino lo componen múltiples glándulas que secretan unas sustancias, las hormonas, que regulan otros muchos sistemas. Existen órganos diferenciados cuya única función es producirlas, como el tiroides, mientras que otros, como el páncreas, tienen una doble función (en este caso digestiva y endocrina al ser el encargado de producir insulina).
Los cambios en la secreción y función de las hormonas a lo largo de los años son sutiles. Lo más destacable es la disminución de la sensibilidad a la acción de la insulina, a pesar de una normal secreción por parte del páncreas, por resistencia de los receptores celulares de la insulina, lo que ocasiona intolerancia a la glucosa y en casos más avanzados, diabetes.
Hormonas sexuales
También se producen cambios en las hormonas sexuales, que en la mujer, al producirse la menopausia, son más acusados. La función ovárica está preprogramada en las mujeres desde la etapa embrionaria (hay tantos óvulos para desarrollar en tanto tiempo), de manera que cuando se “acaban” los óvulos cesa de forma bastante brusca el ciclo menstrual habitual y baja radicalmente la producción de hormonas femeninas. Por esto la mujer se vuelve infértil y se deterioran los caracteres sexuales secundarios: se produce un empobrecimiento del vello en las zonas sexuales, se da un cierto grado atrofia genital, así como del tejido mamario glandular, cuyo tamaño puede mantenerse a expensas del tejido graso, y se producen cambios psicológicos y de la libido.
En los hombres se da también una disminución de la secreción de testosterona, pero mucho más lenta y progresiva que conlleva una atrofia de los genitales y dificultades para conseguir y mantener una erección correcta.
En las personas mayores es frecuente ver también una disminución de la capacidad de reacción del tiroides, de manera que al organismo le es más difícil compensar las necesidades del cambio de ritmo metabólico. En ocasiones estas alteraciones son suficientemente intensas como para ocasionar un hipotiroidismo.
La secreción propia de corticoides ante fenómenos que produzcan estrés (tanto físico como psíquico) es menor, lo que disminuye la capacidad de adaptación del organismo.
Estos cambios, junto con las alteraciones en otros sistemas hormonales más específicos que controlan la estabilidad del medio interno y la relación con el ambiente, son parte fundamental de evolución hacia la fragilidad del anciano.
Cambios en la composición corporal: músculos, agua y grasa
Unos de los cambios típicos de las personas mayores son los que ocurren a nivel de la masa muscular, la grasa y el agua corporal. A pesar de ser de los más importantes para determinar el equilibrio del medio interno y el nivel de dependencia, son los cambios que menos se perciben.
Músculos
Los músculos son las estructuras que se ocupan de dar movimiento al cuerpo por las órdenes que reciben del sistema nervioso; dan estabilidad a la postura estática y son una de las mayores reservas de proteínas del organismo, ya que están formados por ellas.
En los ancianos hay una pérdida de masa muscular que puede llegar a ser de hasta el 40%. Esto implica una mayor dificultad en la realización de las funciones motoras, menor resistencia al ejercicio y es uno de los principales factores determinantes de la dependencia de las personas mayores.
Las causas de esta pérdida son múltiples y además se potencian entre ellas. Las principales son:
- Disminución de la ingesta de proteínas y desnutrición.
- Disminución del ejercicio físico: vida sedentaria, enfermedades crónicas limitantes (respiratorias, cardíacas, osteoarticulares, etc.)
- Alteraciones endocrinas (diabetes, problemas de tiroides, etc.)
- Disminución del estímulo nervioso directo en el músculo.
- Uso de ciertos fármacos (corticoides, diuréticos, etc.)
Grasa y agua corporal
Con la edad la proporción de agua del organismo disminuye de forma progresiva; en la juventud el agua representa aproximadamente el 70% de la masa corporal, mientras que a partir de los 65 años puede disminuir hasta el 50%.
Esta perdida se supone que es debida principalmente a la disminución de agua intracelular en todos los tejidos del organismo, así como a la alteración de la función renal, con una menor capacidad renal para concentrar la orina (es decir, una menor capacidad para ahorrar agua corporal). Una de las principales consecuencias de estos hechos es la facilidad de las personas mayores para deshidratarse, cosa que empeora al estar disminuida la sensación de sed.
Con respecto a la grasa hay un aumento de la misma que es proporcional a la disminución de la masa muscular. La grasa se distribuye de forma diferente a como lo hace en las personas jóvenes, con predominio en el tronco así como a nivel intraabdominal (alrededor de las vísceras) y disminuyendo en las extremidades. Como consecuencia puede haber problemas en el mantenimiento de la temperatura corporal y una alteración en el metabolismo de muchos fármacos.
Aparato respiratorio
Las personas mayores también padecen cambios en la anatomía y en la función del aparato respiratorio que tienen grandes implicaciones en el estado de los ancianos.
El aparato respiratorio está compuesto de dos partes principales:
- La vía respiratoria: el sistema de “canalizaciones” que lleva el aire hasta y desde los pulmones para realizar el intercambio de gases, es decir, la respiración. Además de esta función, la vía aérea ha de mantener este aire limpio de gérmenes y contaminantes, proceso que se lleva a cabo mediante la mucosa que recubre estas canalizaciones, que produce un moco protector que se “barre” hacia el exterior con los cilios de las células de esta mucosa. Forman la vía respiratoria la nariz, la laringe, la tráquea, los bronquios principales y secundarios y los bronquiolos.
- El tejido pulmonar: está compuesto por la suma de miles de unidades funcionales independientes llamadas alveolos; éstos están formados por capilares separados por una fina membrana por la que se realiza el intercambio de gases: la sangre recoge el oxígeno y libera el dióxido de carbono procedente del metabolismo celular.
Los cambios debidos al paso del tiempo en el sistema respiratorio son precoces, más aún que los que ocurren en el aparato cardiovascular. Hay una disminución de la elasticidad de los bronquios, así como una disminución de la movilidad del tórax por las alteraciones esqueléticas y musculares; esto hace que el volumen de aire movilizado por respiración sea menor.
También hay un aumento del tejido fibroso entre los alveolos, lo que dificulta el paso del oxigeno a la sangre y del dióxido de carbono al aire espirado.
Asimismo, se producen cambios en el sistema de defensa, con una disminución de los cilios en el árbol bronquial (las “escobas” que intentan expulsar las partículas de suciedad que contiene el aire) y un aumento de la producción de moco, lo que puede llegar a obstruir el paso del aire hacia los alveolos.
Por todo esto se observa que la función respiratoria de las personas mayores, aún sin ser patológica, es diferente de la de los jóvenes. El volumen de aire movilizado es menor y el intercambio de gases es menos eficiente; esto conlleva una menor resistencia y capacidad de adaptación al ejercicio y una menor reserva funcional para recuperarse tras su práctica. Por otro lado, las personas mayores son más proclives a padecer infecciones tanto bacterianas como víricas.
Todos estos cambios son independientes de los hábitos de vida que se lleven, pero es evidente que la exposición al tabaco, la polución y otros tóxicos presentes en el aire, así como enfermedades que puedan padecerse, empeoran y aceleran dichos cambios.
Aparato cardiovascular
En las personas mayores hay cambios en el corazón y los vasos sanguíneos secundarios al envejecimiento y a las adaptaciones a éste.
El aparato cardiovascular lo componen el corazón y los vasos sanguíneos, arterias y venas. La función del corazón, como ya es sabido, consiste en el bombeo de la sangre para que ésta circule a través de las arterias para llevar al organismo oxígeno y otros nutrientes y recoger por las venas los productos de desecho.
El corazón consta básicamente de cuatro cavidades, dos aurículas y dos ventrículos. Las aurículas funcionan como cámaras de entrada de la sangre desde las venas, mientras que los ventrículos impulsan la sangre hacia las arterias. El control del paso de unas a otros se realiza por las válvulas; de esta manera el corazón funciona como una bomba hidráulica.
Tanto el corazón como los vasos sanguíneos presentan una estructura similar: una capa interna o íntima (endocardio en el corazón), una capa muscular, especialmente importante en los ventrículos y casi inexistente en las venas, y una capa externa (adventicia) de material fibroso que protege el conjunto.
Elasticidad de las arterias
Con el paso del tiempo las arterias pierden elasticidad a causa del aumento del grosor de la pared media muscular, lo que dificulta el paso de la sangre por el estrechamiento del calibre del vaso y facilita el desarrollo de hipertensión arterial. También se produce un depósito de grasas (colesterol) en la íntima, que se calcifican formando placas, lo que aumenta el tamaño de la pared arterial y empeora la rigidez.
En las venas lo cambios son escasos y tienen lugar básicamente en las extremidades inferiores. Debido a la delgadez de la capa media muscular las venas sufren de manera importante el efecto del peso de la columna de sangre y si no puede compensarse (con el movimiento de las piernas, por ejemplo) aparecen las varices.
Cambios múltiples en el corazón
- Aumento del grosor de la pared del ventrículo izquierdo por aumento del colágeno y la grasa entre las células musculares, que disminuyen en número.
- Aumento del grosor de la capa interna de todas las cavidades cardíacas.
- Aumento del grosor de las válvulas cardíacas, que además se calcifican.
- Disminución de las células “marcapasos” (las células cardíacas encargadas de crear la electricidad que genera el latido del corazón), con fibrosis del tejido de conducción del impulso eléctrico.
Las consecuencias de estas modificaciones son muy importantes:
- Menor capacidad de tolerancia al ejercicio, con mayor dificultad para recuperarse de él.
- Mayor dificultad tanto para llenar las cavidades cardíacas (diástole) como para vaciarlas (sístole), pudiéndose llegar a la insuficiencia cardíaca.
- Mayor dificultad para el correcto movimiento de apertura y cierre de las válvulas cardíacas, lo que a la larga influye en la función general de bomba del corazón.
- Aumento de los períodos en que se pierde el ritmo regular del corazón (arritmias), de forma que la regularidad de llenado y vaciado de las cámaras cardíacas se ve afectada. En ocasiones se pueden crear remolinos en el flujo de la sangre que pueden facilitar la aparición de coágulos que posteriormente pueden viajar por las arterias y bloquear la circulación de la sangre (trombosis y embolias)
En definitiva
Todos estos cambios producen una disminución de la capacidad de reserva funcional cardiovascular y son independientes de los efectos del tabaquismo, la arterioesclerosis u otras enfermedades. Esta disminución de la reserva quiere decir que, aún en situaciones de aparente normalidad, es muy fácil que se pueda producir una insuficiencia cardiovascular y que el restablecer la normalidad sea más complicado que en personas de menor edad y requiera periodos de convalecencia más largos.
Piel
El envejecimiento de la piel es el cambio más evidente del paso del tiempo, de manera que la imagen que tenemos de las personas mayores es en general con canas y arrugas.
La piel es el órgano más extenso del cuerpo humano y uno de los más expuestos a los efectos de los agentes externos.
Se compone de tres capas básicas:
- Epidermis: contiene una capa de células muertas, con una proteína de protección que se llama queratina, y una de células cutáneas vivas, de las que algunas de ellas se han especializado en la producción de pigmento para protegernos de los rayos ultravioletas, que son los melanocitos.
- Dermis: capa intermedia en la que hay vasos sanguíneos muy delgados (capilares), glándulas sebáceas, terminaciones nerviosas para el dolor, el tacto y los cambios de temperatura, folículos pilosos (la raíz del pelo) y algo de grasa, junto con tejido conectivo de soporte, constituido por fibras de colágeno y de elastina que dan resistencia y elasticidad respectivamente.
- Hipodermis: en la que hay básicamente grasa (aquí con funciones fundamentales de control de la temperatura interna), vasos sanguíneos algo mayores que los capilares, raíces de pelos más gruesos y glándulas sudoríparas.
Los cambios en la piel son uno de los primeros efectos externos del envejecimiento, con la aparición de arrugas, manchas y flaccidez, así como la aparición de cabellos blancos, las canas. Los motivos de estos signos son:
- Disminución de la grasa subcutánea y del colágeno de la dermis y la epidermis, que produce flaccidez y una menor elasticidad. La piel toma un aspecto más fino y delicado y aparecen las arrugas.
- Se observa una mayor fragilidad de las capas superficiales cutáneas, en especial entre epidermis y dermis. Hay una gran facilidad para la presentación de derrames y hematomas superficiales.
- Mayor dificultad para la eliminación de células muertas, lo que aumenta la capa de queratina residual. Si bien ésta es necesaria para la protección ante los estímulos mecánicos, el aumento de su grosor supone una mayor rigidez de la piel, lo que contribuye a la aparición fisuras.
- Disminución de las células pigmentarias, los melanocitos, de forma irregular, lo que causa manchas claras y oscuras. Este hecho es también responsable de la aparición de las canas.
- Menor actividad de las glándulas sebáceas, lo que disminuye la hidratación y la protección de la piel.
- Degeneración de la glándulas sudoríparas, por lo que se da una mayor dificultad para regular la temperatura.
- Cambios en la circulación de la sangre en la dermis y disminución del paso de nutrientes de la dermis a la epidermis (que no tiene capilares y se nutre por difusión), lo que causa un retraso en la curación de lesiones epidérmicas.
- Aumento del grosor de las uñas con una disminución de su elasticidad y resistencia a causa del aumento de la queratina ya comentado y por una peor circulación sanguínea a nivel de la raíz ungueal.
Además de estos cambios que se producen por el paso del tiempo, habitualmente se añaden los efectos de la luz ultravioleta (el agente externo más importante en las agresiones a la piel, con efecto acumulativo a lo largo de la vida), los tóxicos ambientales, el tabaco y el estrés.
Por todo esto es evidente que lo más importante para disminuir estos efectos es la protección solar ya desde la infancia y una adecuada hidratación. Asimismo, es conveniente la aplicación de cremas o lociones hidratantes para mejorar la resistencia y la elasticidad de la piel.
Cambios biológicos en personas mayores
Aparato digestivo
Las personas mayores presentan cambios debidos al paso del tiempo en todos los tejidos y órganos del aparato digestivo, de la boca hasta el intestino grueso, cambios que tienen múltiples implicaciones en su funcionalidad y salud.
Entendemos como aparato digestivo el conjunto de todos los órganos y sistemas que están implicados en la nutrición. Va desde la boca hasta el ano, pasando por el esófago, el estómago, los intestinos delgado y grueso, el hígado y el páncreas en sus funciones de secreción de sustancias necesarias para la digestión.
Cada una de estas partes tiene una forma y una arquitectura especial orientada a ejercer de la mejor forma su función. Así, en la boca nos encontramos los dientes y la lengua (que contiene las papilas gustativas, para detectar los sabores de los alimentos); en el esófago hay una capa de mucosa simple y otra de musculatura más importante; en cambio, el estómago tiene una mucosa especial que secreta ácido para la digestión y también el moco que la protege de este ácido. El intestino, para poder llevar a cambo su función, dispone de una mucosa especial con vellosidades (excrecencias en forma de pelos) que facilitan la digestión y la absorción; en el intestino delgado se absorben los nutrientes y en el grueso (o colon) se recupera principalmente agua.
Con el paso del tiempo en la boca suele haber un adelgazamiento de las encías y una disminución de la resistencia del esmalte dentario; ambos hechos llevan a la pérdida de piezas dentarias. Hay también una disminución del número de papilas gustativas y de la producción de saliva, lo que conlleva una menor percepción del sabor de los alimentos y una disminución de la sensación de sed. Por pérdida de masa muscular puede haber dificultad en la masticación y la deglución, lo que en ocasiones extremas hace que se produzcan atragantamientos (más frecuentes si se asocian alteraciones neurológicas), con el riesgo del paso de alimentos y agua al árbol respiratorio.
Reflujo gastroesofágico
A nivel esofágico hay una disminución de la motilidad y el cierre entre esófago y estómago es menos efectivo. Ambas cosas producen aumento de los episodios de reflujo gastroesofágico, con paso de ácido del estómago hacia esófago o incluso hasta más arriba, hacia zonas que no disponen de una mucosa preparada para protegerse del ácido.
En el estómago también se da un descenso de la movilidad y una menor secreción ácida, lo que causa digestiones más lentas y con un retraso en el vaciado gástrico. Asimismo, el moco protector de la capa interna del estómago deviene de menor calidad, con lo que la probabilidad de padecer úlceras gástricas aumenta.
El hígado, con el tiempo, presenta una mayor dificultad para metabolizar sustancias, y disminuye la producción de bilis, que se espesa. La vesícula biliar tarda más en vaciarse y aumenta el riesgo de que se formen piedras en su interior. Sin embargo, parece ser que la función exocrina del páncreas, (la producción de sustancia que participan en la digestión) se mantiene relativamente intacta.
El intestino delgado no sólo recibe un menor riego sanguíneo sino que también ve disminuida su movilidad y padece una cierta atrofia de la mucosa, con lo cual puede darse, a pesar de una ingesta correcta, una malabsorción de nutrientes como si hubiera carencias en la alimentación.
En el colon también se produce una disminución del peristaltismo, de la movilidad, y la mucosa se atrofia, con lo que se altera la absorción de agua de las heces, hecho que produce tendencia al estreñimiento. Sin embargo, a causa de alteraciones neurológicas y de la musculatura de los esfínteres, pueden darse situaciones de incontinencia fecal.
Sistema nervioso
En las personas de edad se aprecian, con mayor o menor intensidad, diferencias en la funcionalidad e incluso en la anatomía del sistema nervioso debidas al envejecimiento.
Dentro del sistema nervioso se diferencia el sistema nervioso central (cerebro, cerebelo y médula espinal) y el sistema nervioso periférico (los nervios).
El cerebro es el órgano principal, donde reside la memoria, el pensamiento racional, el control de los movimientos voluntarios e involuntarios, la interpretación de los datos que recogen los órganos de los sentidos y otras muchas funciones, como la neuroendocrina y el control de las funciones vegetativas (por ejemplo, la temperatura corporal). La función del cerebelo es, a grandes rasgos, el control del equilibrio y de la coordinación de la movilidad.
La médula espinal es el órgano por donde se envían al resto del organismo los impulsos que generan el cerebro y el cerebelo. De ella salen los principales nervios periféricos, que además de trasmitir las órdenes del sistema nervioso central, envían las sensaciones que recogen los órganos de los sentidos y los receptores del tacto, el dolor y la temperatura, que son primero gestionadas en la médula (arcos reflejos).
El sistema nervioso también acusa el paso del tiempo, pues disminuye el número de neuronas y aumentan las células de soporte y conectivas, que no tienen actividad neuronal.
Neurotransmisores
Asimismo, se da un descenso de la producción de neurotransmisores y de sus receptores (las llaves y cerraduras de la función cerebral y nerviosa) en todo el sistema nervioso central y en las zonas de paso de los impulsos nerviosos desde los órganos de los sentidos hacia los músculos y otros órganos.
Con el tiempo se van acumulando productos de desecho del metabolismo de las neuronas (proteínas que forman placas y ovillos neurofibrilares, lipofuscina y otros), ya que cada vez se eliminan más lentamente, y dificultan la función de las neuronas.
Por todo esto se puede apreciar un enlentecimiento del pensamiento, una disminución de la memoria, de la capacidad cognitiva y de las facultades de aprendizaje que en un anciano sano no deben interferir en la realización de las actividades habituales. En caso de que sí lo hagan se deberá descartar un proceso de demencia.
También existen dificultades en la psicomotricidad por un peor control muscular y posicional, que se agravan por la pérdida de masa muscular, cosa que acarrea problemas en la coordinación de los movimientos.
Asimismo, no es difícil que en personas muy ancianas se presenten incluso dificultades en el control de los mecanismos de regulación autónoma, con lo que se produce un descenso de los reflejos y la aparición de problemas en el control de la tensión arterial y del equilibrio con los cambios posturales.
Todos estos cambios no son los mismos en todos los individuos, ni son uniformes en todos los sistemas de una misma persona. Así, podemos ver ancianos con sus capacidades intelectuales intactas pero con problemas en el control del movimiento, e individuos con dificultades en el aprendizaje de nuevas habilidades con una movilidad perfectamente conservada.
Riñón
Con el paso del tiempo también se producen transformaciones de los órganos y sistemas que forman el aparato urinario y genital y que se consideran propias de las personas mayores, sin ser patológicas.
En los cambios del sistema genitourinario hemos de distinguir entre la función renal, la vía urinaria y el aparato genital.
Función renal
Los riñones son los órganos en los cuales se efectúa una parte importante de la “limpieza” de la sangre de las impurezas y desechos que genera el metabolismo. En términos sencillos puede decirse que los riñones se componen de unos “filtros” a través de los cuales la sangre se depura al pasar.
Sin embargo, la función renal es mucho más compleja, ya que desempeña un trabajo de secreción hormonal y de regulación muy importante.
Con el paso del tiempo los riñones pierden nefronas (los “filtros” por los que la sangre circula para limpiarse) y el flujo sanguíneo renal disminuye, así que tienen más dificultades para realizar su trabajo de depuración de la sangre para eliminar los productos de desecho y manejar el equilibrio de los líquidos corporales. También hay una disminución de la producción de las hormonas que secreta el riñón y que son importantes para el control de la producción de glóbulos rojos y el resto del control del medio interno (agua, sales minerales, etc.)
Todos estos cambios hacen que la función renal sea lábil y que pueda verse alterada fácilmente ante cualquier agresión, de manera que el manejo de fármacos que se eliminan por esta vía sea más complicado.
Vía urinaria
El producto de la depuración de la sangre a través de los riñones es la orina, que a través de conductos, los uréteres, llegan a un reservorio que la almacena, la vejiga, y desde la cual se elimina al exterior a través de la uretra. Todas estas estructuras forman la vía urinaria.
Los principales cambios se centran en la vejiga, que pierde elasticidad y además la musculatura se debilita, lo que hace más difícil su control, hecho que comporta problemas como la incontinencia urinaria. Éstos se agravan por alteraciones neurológicas del control del reflejo consciente de la micción.
Aparato genital
El paso del tiempo se hace sentir de diferente manera en mujeres y en hombres.
En las primeras la menopausia, con la supresión del ciclo menstrual y la severa disminución de hormonas femeninas (estrógenos y progesterona), produce una atrofia de los órganos reproductores, es decir, los ovarios, el útero y las trompas de Falopio disminuyen de tamaño. Asimismo, los labios mayores y menores de la vulva se atrofian, la vagina se vuelve más corta y menos elástica, disminuyen sus secreciones y la lubrificación previa al acto sexual, lo que hace que coito pueda ser doloroso y que las infecciones genitales y urinarias sean más frecuentes.
En los varones, aunque hay una disminución de la producción de testosterona, la hormona masculina, nunca es tan drástico como en las mujeres. En ellos se puede apreciar una cierta disminución del tamaño de los testículos, la erección suele ser más lenta y menos consistente y presentan un retraso de la eyaculación, que suele ser de menor volumen. No obstante, el efecto más importante del envejecimiento en el aparato reproductor masculino es el aumento de tamaño de la próstata. Dado que por su interior transcurre una porción de la uretra a la salida de la vejiga urinaria, la micción puede verse dificultada.
Cambios sociales en personas mayores
Factores demográficos y sociales
El envejecimiento de los individuos se refleja en la sociedad en la que viven. En las sociedades avanzadas se observa, paulatinamente desde la revolución industrial y de forma acelerada desde el inicio del siglo XX, un aumento de la proporción de personas mayores de 65 años debido al aumento de la esperanza de vida y a las mejoras higiénicas, sanitarias, nutricionales, laborales, etc. Esto, junto con la disminución de la natalidad, hace que la edad media de la población sea más elevada que en siglos anteriores.
En España la población mayor de 65 años es actualmente 7 veces más numerosa que hace cien años y representa cerca del 17% de la población total. Dentro de este grupo cada vez cobran mayor importancia los mayores de 80 años; es el envejecimiento del envejecimiento. De seguir a este ritmo se espera que en el año 2050 los mayores de 65 años representen el 31% del total de la población.
Este envejecimiento de la población tiene varias consecuencias; la primera es el aumento de la dependencia de las sociedades, es decir que cada persona activa tiene más personas que dependen de ella, tanto directamente como de forma indirecta a través de los impuestos. El dinero recaudado con los impuestos de los trabajadores, que proporcionalmente cada vez serán menos numerosos, tendrá que repartirse para las pensiones y el cuidado de las personas mayores, que serán cada vez más abundantes. Esto será así si el sistema impositivo y de pensiones sigue igual que hasta ahora y si no cambian las tendencias demográficas.
Envejecimiento poblacional
Pero el envejecimiento poblacional no solo tiene consecuencias sobre la economía, sino que también las tiene sobre las cargas de cuidados efectivos; es decir, al haber más personas mayores, se asume que habrá más dependientes que deberán recibir cuidados.
Otros aspectos demográficos a tener en cuenta en relación con la vejez son el sexo y el estado civil. En la actualidad, entre los mayores de 65 años hay un millón más de mujeres que de hombres y en los octogenarios la diferencia es aún mayor: 2 de cada 3 personas de más de 80 años de edad son mujeres. Con respecto al estado civil, más del 50% de las mujeres mayores de 70 años son viudas y viven solas, mientras que más del 75% de los varones de esta edad están casados y viven con sus parejas.
La distribución geográfica del envejecimiento también nos puede dar muchas pistas para entender las consecuencias sociales de éste. La población mayor es fundamentalmente urbana, pero los núcleos rurales son los que tienen mayor porcentaje de personas mayores. Es decir, en números absolutos hay más personas mayores en las ciudades, pero en los pueblos gran parte de sus habitantes son ancianos. Esto es muy importante a la hora de planificar las necesidades de servicios sociales.
Con la edad, las personas mayores pierden contactos y entramado social, por muerte de familiares y amigos coetáneos, hijos que se independizan (nido vacío), limitaciones, aumento de la dependencia propia y de otros individuos de su entorno, etc. Es relevante la pérdida de ingresos con la jubilación, que también desestructura el uso del tiempo y la percepción del lugar en la sociedad (pérdida del rol laboral). Y, por supuesto, la dificultad para adaptarse a los cambios tecnológicos, que en los últimos 50 años mantienen un crecimiento exponencial; para una persona que nació con los teléfonos con operadora resulta complicado entender los últimos equipos de telefonía móvil, y si fue testigo del nacimiento de la televisión, ya no es capaz de seguir la evolución de internet y sus aplicaciones.
La tendencia de las personas mayores a convertirse en más introvertidas viene dada por dos conjuntos de causas primordialmente:
- uno de ellos es, sencillamente, el estrés de los últimos años, siendo la introversión el resultado de la desesperación y de la depresión, así como la falta primaria de red social. Sería una especie de reacción como la de la zorra de la fábula: “no las quiero, no están maduras.”
- otro es consecuencia del descubrimiento de la riqueza del mundo interior y de la reducida necesidad de responder a las demandas sociales mediante el éxito y la participación.
Esta desocialización se registra como uno de los principales problemas percibidos por la gente mayor. Según varios estudios la desadaptación social afecta con mayor intensidad a varones, que demandan mayores contactos sociales, mientras que las mujeres dependen más de los contactos familiares.
El retraimiento social, aunque en principio puede iniciarse por parte del anciano, a menudo se ve acrecentado por la indiferencia del entorno, lo que conlleva la aparición de la dependencia de las personas mayores. El romper este aislamiento de forma adaptada y compensada es un reto básico para un envejecimiento socialmente saludable.
La jubilación
La jubilación es aquel periodo en el cual, por convenio, a partir de una determinada edad, las personas se retiran de la vida laboral activa. En España la edad legal general de la jubilación son los 65 años, pero hay profesiones en las que puede variar; por ejemplo, los mineros se pueden jubilar a los 50 años y en cambio los catedráticos pueden alargar su vida activa hasta los 70. Esto hace que la edad media de la jubilación en nuestro país sea a los 63 años. Actualmente se está debatiendo la posibilidad de alargar la edad de jubilación a los 67 años.
La jubilación marca el fin de la vida laboral, en la que hay un rol social muy concreto, con unas actividades y unos hábitos de uso del tiempo muy marcados y una productividad efectiva. El cambio de estos hábitos, prolongados durante más de 40 años en la mayoría de los casos, suele ser brusco y es un acontecimiento anhelado y, sin embargo, temido también. Es anhelado porque representa el descanso, el poder usar el tiempo como nos apetezca, el poder disfrutar del ocio a nuestro antojo; y es temido porque no sabemos qué hacer con tanto tiempo libre y puede darnos la sensación de no valer ya para nada.
De repente los horarios de trabajo, de descanso, de ocio y de sueño, entre otros, no se adaptan a la vida actual, lo que produce una perturbación del equilibrio mental y físico con repercusiones sobre la salud y el carácter. Esto se produce a la vez que se da una ruptura de las relaciones profesionales, un cambio en las condiciones de la vida social y una modificación en las relaciones con los que convivimos diariamente. El hecho de pasar más tiempo del habitual con otras personas hace que puedan replantearse muchos afectos.
Factores financieros
Respecto las condiciones financieras, la pérdida de una parte de los recursos económicos, dado que las pensiones suelen ser más bajas que los ingresos percibidos durante la vida laboral, conlleva la alteración del poder adquisitivo.
En la vida cultural y el ocio la persona jubilada pasa de una situación en la que dispone de poco tiempo para dedicar a las distracciones a una situación con mucho más tiempo libre, apareciendo una nueva perturbación en el equilibrio del individuo. En nuestra sociedad, por desgracia, la mayoría del ocio es caro y ya hemos dicho que los ingresos de los jubilados suelen ser limitados.
Sin embargo es posible que la jubilación sea realmente una época para disfrutar del tiempo de descanso, si intentamos mantener una buena preparación tanto física como, sobre todo, psicológica. Hay una serie de normas importantes que es importante tener en cuenta:
- Cuidar la salud: Ya desde antes de la jubilación es conveniente insistir en unos hábitos de vida saludables, vigilando la alimentación (baja en grasas, rica en fibra y calcio y con un nivel adecuado de proteínas), eliminando el consumo de tabaco, moderando o eliminando la ingesta de alcohol, disminuyendo el consumo de café y otros excitantes y aumentando la hidratación con agua y zumos naturales.
- Ejercicio: Dependiendo de los hábitos previos, es importante seguir con el ejercicio que ya se realizaba, quizá de forma más progresiva o con menor intensidad. Si no se realizaba antes, conviene iniciar una actividad progresiva, aeróbica, regular y que, sobre todo, resulte placentera.
- Mantener la mente en forma: Leer, realizar pasatiempos (sudoku, crucigramas, sopas de letras, etc.), aprender nuevas habilidades como pintar o cantar, proseguir estudios o iniciar nuevos… Todo es bueno para la gimnasia cerebral.
- Mimar la vida social: Una vez se ha producido la retirada de la vida laboral es imprescindible mantener los contactos sociales con familiares y antiguos compañeros de trabajo, así como cultivar nuevas amistades y recuperar antiguas; en definitiva, sentir que seguimos perteneciendo a una sociedad y que ésta sabe que existimos.
Síndromes geriátricos
Fragilidad. Síndrome de la decaída
Todo el mundo conoce ancianos que a pesar de tener la misma edad presentan estados funcionales muy diferentes. Personas mayores que con 82 años son perfectamente funcionales y se ven ágiles y fuertes, se oponen a individuos dependientes, con aspecto débil y, en definitiva, frágiles.
Esta debilidad, que si se evoca proporciona una imagen mental muy clara y de la que se pueden ofrecer múltiples ejemplos, es muy difícil de definir y sintetizar.
La fragilidad y, de forma extrema, el síndrome de la decaída o declive, es un conjunto de síntomas y signos clínicos que se caracterizan por la disminución de la capacidad de reserva de órganos y sistemas, que ocasiona en el individuo grandes perdidas funcionales ante pequeños cambios. Cuando la fragilidad se acentúa surge el síndrome del declive, marcado por la perdida de peso involuntaria, el aumento de la debilidad general y la dependencia para las actividades básicas de la vida; este proceso tiene una probabilidad de recuperación muy baja y una alta mortalidad.
Los ancianos frágiles tienen más probabilidad de desarrollar dependencia (pero ni todos los dependientes son frágiles, ni todos los frágiles son dependientes), con un aumento del riesgo de caídas, hospitalización y muerte.
En este problema se pueden diferenciar varios factores:
- Perdida de peso y disminución de la masa muscular (sarcopenia).
- Disminución del nivel de actividad y movilidad, con deterioro de la capacidad funcional física, trastornos del equilibrio y de la marcha.
- Disminución en las funciones mentales, aunque no tiene que llegar forzosamente a un nivel de demencia. En muchas ocasiones hay alteraciones del ánimo, como depresión.
- Aislamiento social.
Los mecanismos fisiopatológicos se cree que involucran a múltiples sistemas del organismo. Los más importantes son la perdida de masa muscular, el pobre ajuste de las diferentes hormonas y sus mecanismos de control (aumento de cortisona propia, disminución de hormona del crecimiento y de las hormonas sexuales testosterona y estrógenos) y disminución de la función inmunitaria (por disfunción de la inmunidad humoral, de los mensajeros y mediadores de esta inmunidad). Asimismo, existen diversos factores ambientales, como hábitos tóxicos o dietéticos inadecuados, en especial las dietas muy restrictivas.
Los efectos de estas alteraciones pueden estar larvados, poco visibles, y salir a la luz ante diversos desencadenantes, que pueden ser, por ejemplo:
- Enfermedades ocultas: infecciones como la tuberculosis, tumores malignos, alcoholismo, etc.
- Enfermedades que causan nuevas pérdidas funcionales: accidentes vasculocerebrales, insuficiencia cardiaca, respiratoria o hepática, alteraciones sensoriales severas como la ceguera, etc.
- Enfermedades mentales: depresión, deterioro cognitivo, etc.
- Cambios sociales: viudez, aislamiento social, pobreza, sobrecarga de los cuidadores, etc.
Aunque la mayoría de las personas, y en especial los médicos que están habitualmente en contacto con ancianos, son capaces de señalar correctamente a una persona mayor frágil, es relativamente difícil establecer un fenotipo, un retrato robot de la fragilidad. Algunos estudios han podido establecer los siguientes puntos:
- Perdida involuntaria de peso de más de 4,5 kg o una disminución mayor o igual al 5% del peso habitual.
- Disminución del 20% en la fuerza del apretón de mano.
- Disminución de la resistencia general, sensación de agotamiento.
- Velocidad al caminar 5m mayor o igual a 7 segundos.
- Baja actividad física, tanto en ejercicio físico como en actividades recreativas.
Además
Parece que hay una relación entre niveles bajos de colesterol y de albúmina en sangre y la fragilidad de las personas mayores, de manera que a niveles más bajos, mayor fragilidad.
Para prevenir este problema diversos estudios comentan la importancia de una ingestión adecuada y equilibrada de nutrientes y energía, y sobre todo mantener y aumentar la actividad física para preservar la masa muscular en el mejor estado posible.
INCONTINENCIA URINARIA
La incontinencia urinaria es cualquier pérdida involuntaria de orina que origine un problema higiénico y/o psicosocial y que se pueda demostrar objetivamente.
Se trata de un trastorno frecuente en personas mayores; se estima que cerca del 15% de la población mayor de 65 años de la comunidad y más del 50% de las personas institucionalizadas lo presentan (de hecho, es el segundo motivo de institucionalización). Es más frecuente en mujeres que en varones y, en contra de lo que se suele suponer, no es exclusivo de personas deterioradas o muy incapacitadas, sino que aparece también en personas con buena función mental e independientes.
Aunque en sí no es un problema grave de salud, sí es cierto que su presencia conlleva serios problemas de manejo, limita la autonomía, deteriora la imagen personal, altera la vida social de las personas que la padecen y deteriora sensiblemente la calidad de vida. Además, contribuye al desarrollo de ulceras por presión, infecciones de orina y depresión.
Por su frecuencia y repercusión la incontinencia urinaria es uno de los principales síndromes geriátricos y debe ser buscado activamente y estudiado en la valoración geriátrica integral.
Es indudable que el envejecimiento condiciona una serie de cambios tanto a nivel del sistema nervioso (central, autónomo, simpático y parasimpático) y en su inervación como también a nivel del tracto urinario inferior (vejiga, uretra) y del aparato genital (próstata, vagina), los cuales podrán interferir con la normal realización del acto miccional, teniendo su origen a distintos niveles: tracto urinario inferior, sistema nervioso responsable del control y la coordinación de la micción, mecanismo de producción de la orina, percepción del deseo miccional o habilidad física para acceder al baño y realizar las actividades básicas de la vida diaria.
Cambios en el sistema nervioso
Es indudable que el envejecimiento condiciona una serie de cambios tanto a nivel del sistema nervioso (central, autónomo, simpático y parasimpático) y en su inervación como también a nivel del tracto urinario inferior (vejiga, uretra) y del aparato genital (próstata, vagina), los cuales podrán interferir con la normal realización del acto miccional, teniendo su origen a distintos niveles: tracto urinario inferior, sistema nervioso responsable del control y la coordinación de la micción, mecanismo de producción de la orina, percepción del deseo miccional o habilidad física para acceder al baño y realizar las actividades básicas de la vida diaria.
En contra de lo que se puede pensar, la incontinencia urinaria no es normal con el envejecimiento, sino que es un problema causado por algún tipo de trastorno médico o funcional. Su valoración y tratamiento son muy sencillos y eficaces, con porcentajes de curación o mejoría hasta el 75% de los casos. Cuando no es posible la curación puede tratarse de forma que aumente el bienestar del paciente, facilite la labor de los cuidadores y minimice los costes y las complicaciones. Uno de los factores que en gran medida determina el pronóstico de la incontinencia urinaria es la motivación y actitud de los profesionales. La aproximación adecuada es el promover la continencia y tratar la incontinencia en función de sus causas y no sólo evitar el mojado de ropa y cama con el uso de absorbentes.
Se sabe que por cada caso reconocido en atención primaria hay 20 casos que no lo están. Otros estudios muestran que casi dos tercios de los pacientes sufren incontinencia durante más de 2 años antes de consultar por primera vez a un especialista y que sólo se investiga un tercio de las incontinencias. Son varias las razones que pueden explicar esto:
- Con demasiada frecuencia la incontinencia urinaria se considera, tanto por parte de los profesionales como de los propios pacientes o familiares, una consecuencia normal e inevitable del envejecimiento o algo propio de la mujer.
- Existe una creencia muy difundida de que se trata más de un fastidio que de un problema real de salud.
- Los pacientes pueden tener poca confianza en que el problema sea resuelto por el equipo sanitario, sentir temor ante molestos estudios diagnósticos o avergonzarse de reconocer el problema.
- Existe un gran desconocimiento sobre el diagnóstico y el tratamiento por parte de los profesionales sanitarios, lo cual genera cierto rechazo de éstos. El personal de enfermería refiere tener poco tiempo para preservar la continencia y manifiestan enormes dificultades para supervisar fichas de incontinencia. A menudo existen problemas para que en los centros haya personal suficiente para el establecimiento de protocolos de incontinencia.
- Los cuidados y técnicas que se saben eficaces se aplican con escasa frecuencia y se explican poco a los cuidadores para su cumplimentación.
De interés
En la incontinencia, tras una valoración completa y ajustada, es posible disminuirla y hasta corregirla mediante la aplicación de técnicas sencillas, el uso de fármacos o bien cirugía en casos extremos. En caso de que esta terapéutica no sea útil, se deben poner en práctica medidas para fomentar el confort y la autonomía de los pacientes incontinentes.
La incontinencia fecal es la pérdida del control de las evacuaciones, que da como resultado el paso involuntario de las heces. Esto conduce a que la materia fecal se salga por el recto (la última parte del intestino grueso) en momentos inesperados e inadecuados.
La incontinencia fecal es un trastorno que afecta notablemente la calidad de vida. Para algunas personas es motivo de vergüenza, a menudo conduce a depresión y aislamiento social. Debido a que con frecuencia quienes la sufren son reacios a informar el problema y a su vez muchos médicos desconocen la existencia de tratamientos eficaces, por lo que muchas personas sufren incontinencia fecal innecesariamente. Los ancianos suelen creer que la incontinencia es una característica del proceso de envejecimiento y que, por lo tanto, es una patología que deben tolerar. Por ello, es importante que los profesionales de la salud traten el tema y alienten a sus pacientes a buscar la terapia apropiada.
A pesar de ser muy frecuente (en algunos estudios es la segunda causa de institucionalización en ancianos) y del gran impacto psicosocial que conlleva, la incontinencia fecal es una gran desconocida en el ámbito sanitario.
La prevalencia de la incontinencia fecal en mayores de 65 años asciende al 10%, cifra que aumenta al 50% en residentes de geriátricos. La prevalencia de la entidad es superior en pacientes con lesión medular, esclerosis múltiple, síndrome de intestino irritable, ictus, diabetes y demencia. La mayoría de estas patologías afecta la movilidad y la capacidad de llevar a cabo tareas cotidianas o bien pueden ocasionar diarrea o fecalomas, importantes factores de riesgo de incontinencia. La incontinencia fecal y urinaria es 12 veces más frecuente que la fecal aislada y es la segunda causa más común de internación en geriátricos. La mayor parte de los costos directos atribuibles a la incontinencia fecal es producida por el internamiento. Los ancianos con incontinencia experimentan más infecciones urinarias y úlceras de presión, así como una mayor mortalidad.
Por todo esto constituye uno de los síndromes geriátricos que repercute más en la calidad de vida del anciano y que más sobrecarga al cuidador, con un gran impacto, no sólo físico (úlceras por presión, infecciones de orina, etc.), sino también de tipo económico, derivadas del gasto que genera el alto consumo de absorbentes y los cuidados sociosanitarios adicionales, y psicosocial, ocasionando un deterioro progresivo en las relaciones personales y sociales de los pacientes.
Las personas que presentan incontinencia fecal piensan que no hay nada que pueda ayudarlos. Sin embargo, hay muchos tratamientos disponibles que son efectivos para combatirla.
El estreñimiento es uno de los grandes síndromes geriátricos por su prevalencia, sus graves complicaciones y su importante incidencia en la calidad de vida del anciano.
Pese a ello, es muy difícil conocer la frecuencia real del estreñimiento, ya que no todos los ancianos con este síntoma acuden al médico, y a la inversa, muchos tienen una idea equivocada del ritmo intestinal normal. Todas estas circunstancias enmascaran los resultados de los estudios epidemiológicos e influyen también en el importante autoconsumo de laxantes entre los ancianos (30-50% de los ancianos los toman habitualmente o esporádicamente).
Aun así, se sabe que el estreñimiento es uno de los problemas más frecuentes entre las personas de edad avanzada, de forma que lo sufren entre un 2 y un 12% de los mayores de 65 años que viven en la comunidad y hasta un 80% de los institucionalizados. Dichos porcentajes aumentan exponencialmente con la edad. Asimismo, es más frecuente en mujeres que en hombres, en una proporción de 2 a 1.
El estreñimiento puede ser agudo (disminución brusca y de corta duración de la frecuencia de deposiciones o del esfuerzo defecatorio) o crónico. Los criterios diagnósticos para el estreñimiento crónico son los siguientes:
Debe incluir todos los siguientes y durante los últimos 3 meses:
- Debe cumplir 2 o más de lo síntomas siguientes:
- Esfuerzo defecatorio excesivo en más del 25% de las ocasiones.
- Heces duras en más del 25% de las ocasiones.
- Sensación de evacuación incompleta en más del 25% de las ocasiones.
- Sensación de bloqueo u obstrucción anorrectal en más del 25% de las ocasiones.
- Maniobras manuales para facilitar la defecación (digitalización, sujeción del suelo pélvico) en más del 25% de las ocasiones.
- Menos de 3 defecaciones por semana.
- Raramente hace deposición sin el uso de laxantes.
- No cumple criterios claros de síndrome de intestino irritable.
El estreñimiento, en el anciano no siempre es un proceso banal, ya que, además de las molestias subjetivas y de disconfort, puede acompañarse de múltiples complicaciones médicas, algunas de ellas potencialmente graves.
La complicación más frecuente es la impactación fecal o fecaloma, que es el acúmulo de heces en la ampolla rectal, muchas veces favorecida por la deshidratación de las heces por la reabsorción de agua. Otras complicaciones del estreñimiento pueden ser la anorexia, el empeoramiento del reflujo gastroesofágico por aumento de la presión intraabdominal, la patología anal como las hemorroides internas y externas, las fisuras anales o el prolapso de la mucosa anal, y la obstrucción intestinal. Las complicaciones más graves, además de la obstrucción, son el vólvulo de colon y la pseudoobstrucción de colon o síndrome de Ogilvie.
Una complicación poco frecuente pero que hay que conocer son las úlceras estercolares o estercoráceas, en la que las heces duras producen un decúbito sobre la mucosa colónica. Se pueden manifestar con rectorragia y en caso de infección de la úlcera con fiebre, dolor abdominal e incluso bacteriemia, con paso de bacterias del tracto intestinal al flujo sanguíneo.
En personas ancianas frágiles o con deterioro cognitivo el estreñimiento y la impactación fecal son causas a considerar cuando se presenta un cuadro de síndrome confusional o delirium.
Alteraciones de la audición
En las personas mayores la disminución de la audición es relativamente frecuente, tanto por enfermedades otológicas como por cambios relacionados con el envejecimiento (la presbiacusia).
La sordera o incluso la disminución de la agudeza auditiva está relacionada con:
- Aumento del riesgo de caídas, con mayor miedo posterior a caerse.
- Aumento de accidentes domésticos, como quemaduras o golpes.
- Reducción de la movilidad.
- Tendencia a la disminución de las actividades fuera del domicilio, con aislamiento social.
- Disminución de las habilidades en las actividades básicas de la vida diaria, en especial las instrumentales (comprar, llevar asuntos de dinero, llamar por teléfono, viajar).
- Desarrollo de síndromes confusionales en pacientes con deterioro cognitivo y/o frágiles.
- Asociación a depresión, ansiedad, estrés.
Las patologías que provocan disminución de la agudeza auditiva en las personas mayores suelen ser:
- Tapón de cera en el conducto auditivo externo, donde se acumula la cera protectora. Además de sordera puede provocar ruidos (acúfenos) y sensación de inestabilidad. El tratamiento es extracción del mismo por personal sanitario tras reblandecimiento.
- Perforación timpánica, es decir, un “agujero” en el tímpano, producido por diversas causas (infección, traumatismo). Produce sordera, dolor, secreción por el conducto, ruidos y mareos. El tratamiento suele ser esperar la cicatrización espontánea y evitar la entrada de agua en el conducto; la cirugía se reserva para casos extremos.
- Otitis externa, es decir, inflamación o infección en el conducto auditivo externo. La clínica consiste en sordera, dolor, picor y supuración. El tratamiento médico suele ser gotas otológicas y analgésicos orales.
- Otitis media aguda o infección del oído medio, que provoca sordera, dolor, inestabilidad, ruidos. El tratamiento de antibiótico y analgésico debe recomendarlo un médico.
- Otitis media crónica, que es la complicación extrema de una otitis media aguda perforada, que presenta síntomas de sordera y supuración maloliente. El tratamiento suele ser quirúrgico mediante la limpieza profunda de la zona.
- Presbiacusia, que es la disminución de la agudeza auditiva por la pérdida de elasticidad del tímpano y los huesecillos causada por la edad y la disminución del número de células sensitivas; aproximadamente el 30% de los mayores de 65 años tiene pérdida de audición demostrable por audiometría. Es bilateral, de comienzo paulatino y afecta más y más precozmente en sonidos agudos; también provoca interferencias en la comprensión de conversaciones en ambientes ruidosos (disminuye la discriminación).
Por las implicaciones funcionales que conlleva la disminución de la audición es importante revisar de forma periódica y rutinaria la agudeza auditiva, así como valorar correctamente las quejas subjetivas de sordera por parte de los ancianos y no darlo como propio de la edad.
La prescripción adecuada e individualizada de audífonos, por parte de especialistas como los audiólogos, en las patologías con pérdida irreversible de la audición, ayudará a mejorar no sólo la percepción del discurso, sino también su conexión y orientación con el entorno y permitirá una mayor y más segura movilidad, hecho que puede mejorar radicalmente la calidad de vida de la persona mayor con sordera.
Almudena del Avellanal Calzadilla dice
Gracias por el enlace .
marcela dice
donde puedo encontrar informacion de la doctora MOntse Queralt
Jesús Tj dice
Hola Marcela, este era el perfil de Montse hasta hace poco. Intenta hacer una búsqueda en Google y si encontramos la forma de contactar lo comentaré aquí mismo.
Marcela dice
Hola Jesús gracias por responder,soy estudiante de Acompañante terapéutico estuvimos trabajando con artículos de la doctora Queralt y la profesora nos pidió una breve reseña de ella y la verdad no encuentro nada sobre ella en Google ,soy de Argentina .desde ya muchas gracias.