Cuidado y control de la frustración en demencias
¿Qué es la frustración?
La frustración se define como “un sentimiento de tristeza, decepción y desilusión que provoca imposibilidad para satisfacer una necesidad o bien un deseo”.
Y casi todas las personas tenemos un deseo, una meta, un sueño, un logro que conseguir, una espina que sacar, algo que hacer esencialmente antes de morir.
Cuando una persona se da cuenta de que se va a convertir en cuidador/cuidadora de un momento a otro, de repente y sin aviso, empiezan a surgir pensamientos de incertidumbre. Su vida personal y profesional, se van a ver truncadas, perturbadas ya sea más tarde o temprano, para poder ejercer como cuidadora principal.
Y así ocurre que simplemente, uno coge las riendas y lidia con las adversidades mientras están sucediendo.
El estrés y la frustración en el cuidado
Cuidar de una persona con demencia, es una experiencia gratificante para muchísimas personas, aunque muchas veces, también es muy difícil y compleja a pesar de los maravilloso de cuidar de un ser querido/paciente. Creer que se pueden satisfacer todas las necesidades del enfermo, y ofrecer una atención de alta calidad, como por ejemplo: asistir a todas sus demandas, o bien, realizar acciones que aún puede realizar por sí mismo, etc. Nos llevará directos a la frustración, porque estaremos gastando todo nuestro tiempo y esfuerzo concentrado en la persona que se tiene a cargo. Y acabaremos quemados, lo que se conoce como Síndrome Burn out.
Cuidar de un familiar con la enfermedad de Alzheimer u otras demencias, puede ser uno de los mayores desafíos pero a veces, puede llegar a ser abrumador. Esta experiencia puede llegar a ser satisfactoria, porque aporta muchos aspectos positivos para el desarrollo personal, ya que, permite reforzar los vínculos con la persona atendida, descubrir nuevas actitudes, aptitudes y habilidades propias. Y a sentirse útil y querido. A sentirse orgullos del trabajo bien hecho.
Pero…Cuidar de uno mismo es crucial. Es una de las principales responsabilidades a tener en cuenta. Ya que, para alcanzar el bienestar del paciente, el cuidador debe estar cuidado.
Gestionar las emociones
La salud emocional es muy importante en las personas cuidadoras, porque acostumbran a tener dudas, conflictos internos, sentimientos intensos de culpabilidad, la bofetada existencial, pensamientos erróneos y sensación de desesperanza. Todo ello, afecta el estado psicológico y emocional, y muchas veces, provoca la aparición de ansiedad y depresión.
La sobrecarga física y emocional que supone el cuidado de una persona con demencia puede conducirte a graves consecuencias físicas y psicológicas, como cuidador y al familiar. Sentir una frustración extrema, puede hacer que seas agresivo física o verbalmente con tu ser querido.
La frustración es uno de los sentimientos más acentuados dentro del rol del cuidador. Es una respuesta emocional normal y válida para muchas de las dificultades de ser un cuidador. Si bien, cierta irritación puede llegar a ser parte de la vida diaria del cuidador. Si su situación de cuidado le está causando frustración o enojo extremo, es posible que desee explorar algunas técnicas nuevas para hacerle frente.
Cambiar la actitud
[Tweet «Si no está en tus manos cambiar una situación que produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento. Viktor Frankl»]
Cuando se está frustrado, es importante distinguir entre lo que está y lo que no está a tu alcance para cambiarlo. La frustración a menudo surge de tratar de cambiar una circunstancia incontrolable.
Como cuidador de alguien con demencia, se enfrenta a muchas situaciones incontrolables. Las ABVD (vestirse, bañarse y comer) pueden convertirse en fuentes de profunda frustración. Los comportamientos a menudo asociados con la demencia, como deambular o hacer preguntas repetitivas, pueden ser frustrantes para los cuidadores, pero son comportamientos totalmente incontrolables, para las personas con demencia. Desafortunadamente, no se puede cambiar el comportamiento de una persona que sufre de demencia.
“Cuando se trata de una circunstancia incontrolable, tan solo controlas una cosa: cómo respondes a esa circunstancia”.
Para responder sin demasiada frustración, deberás:
- Aprender a reconocer las señales que advierten de la frustración.
- Intervenir para calmarte físicamente.
- Modificar los pensamientos de una manera que reduzca el estrés.
- Aprender a comunicarte asertivamente.
- Aprender a pedir ayuda.
Las señales de advertencia de frustración
Si puede reconocer las señales de advertencia de la frustración, puede intervenir y ajustar su estado de ánimo antes de perder el control. Algunas de las señales de advertencia comunes de frustración incluyen:
- Falta de aliento
- Nudo en la garganta
- Calambres en el estómago
- Dolores en el pecho
- Dolor de cabeza
- Alimentación compulsiva
- Consumo excesivo de alcohol.
- Aumento de fumar
- Falta de paciencia
- Cansancio excesivo
¿Qué hacer?
Lo primero: Calmarse físicamente. Cuando te des cuenta de alguna de las señales, puedes intervenir con una actividad inmediata para ayudar a calmarte. Esto te da tiempo para mirar la situación de manera más objetiva y elegir cómo responder de una manera más controlada.
Cuando te sientas frustrado, intenta contar de uno a diez lentamente y respira profundamente. Da un breve paseo o ve a otra habitación, o escribe tus pensamientos.
Es mejor abandonar la situación, incluso por unos momentos, que perder el control o reaccionar de una manera que más tarde lamentarás, y obviamente, te creará remordimiento. Si crees que alguien puede ofenderse cuando salgas de la habitación, puedes decirle a esa persona que debes ir al baño. También puedes intentar llamar a un amigo, rezar, meditar, cantar, escuchar música o bañarte. Intenta experimentar con diferentes respuestas para descubrir qué funciona mejor para ti y la persona que cuidas.
La práctica regular de técnicas de relajación también puede ayudar para prepararte para circunstancias frustrantes.
Modificando tus pensamientos
Cómo piensas a menudo afecta en cómo te sientes y por lo cual, a cómo actúas.
Cuando tus pensamientos son sobre generalizados sueles utilizar las palabras “Siempre, nunca, todo, nada”, la respuesta está en cambiarlas por: “a veces, alguna vez”.
Utiliza frases positivas y de aliento hacia ti mismo: “Cuidar no es fácil. Se necesita coraje, fuerza y compasión para hacer lo que hago. No siempre soy perfecto, pero hago mucho y trato de realizar mi trabajo lo mejor posible, y de ser útil «. Respeta tus propios sentimientos, necesidades y deseos. Defiende tus sentimientos sin avergonzar, degradar o humillar a la otra persona.
El paso crítico: pedir ayuda
No puedes asumir todas las responsabilidades del cuidado por ti mismo. Es esencial que solicites y aceptes ayuda. Quizás la declinas, porque consideras que nadie va a atender a la persona como tú. O bien, porque te percibes como el único responsable de las tareas de cuidado. Y, además, no quieres trasladar esa carga a nadie de tu entorno.
Discute las necesidades con familiares y amigos que estén dispuestos a compartir las responsabilidades del cuidado. Las personas no se darán cuenta de que necesitas ayuda, si tú no se lo dices. Recuerda que no es un signo de debilidad, porque tienes derecho a solicitar y recibir ayuda y expresar tus necesidades.
Infórmate sobre los servicios a los que puedes acceder, a través de servicios sociales y a través del médico de cabecera o especialista. Busca una asociación (de familiares, de cuidadores) la más cercana, te guiarán en todo el proceso. Aquí te dejamos la lista de las AFA (Asociaciones de Familiares de Alzheimer) de España.
Basado en un texto de: www.caregiver.org
©️Mae
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