SILLAS VACÍAS…
Cuando era más niño, en Navidad le preguntaba a mi Mamá qué quería y ella me decía salud y que no falte nadie el año que viene. Como casi cualquier niño le decía: no mamá un regalo en serio. Hoy me doy cuenta de cuanta razón tenía, que los regalos no son nada si las sillas están vacías.
Se acercan las Fiestas y empiezan los preparativos: los regalos, la decoración, el menú de la cena, el lugar donde reunirse… Y aparece la pregunta inevitable: «Cuántos somos el 24?». Y en la respuesta, aparecen, implícitamente, las «sillas vacías», las personas que no están…
La persona que está lejos, la que la vida llevó por otro camino, la que eligió no estar, la que se enemistó, la que se llevó la muerte… Y aparece la tristeza. Y las «sillas vacías» duelen. Y necesito ese abrazo contenedor y prolongado que no va a llegar… Y extraño tu sonrisa…Y los ojos se llenan de lágrimas… Y duele… Pero es la realidad. Y a la realidad hay que aceptarla…
Entonces suspiro hondo y giro la cabeza. Y veo las «sillas ocupadas». Son las personas que me aman. Y sonrío. Así es parte de la vida: pérdidas y ganancias…